«Tiempos Difíciles» Free cards – CecileBoutique.com
La dedicatoria más linda que recibí en mi vida
Entrevistamos a la abuela Francesca Leone de Torres que nos contó una apasionante historia. El relato trata de una carta que recorrió el mundo para llegar en el momento oportuno con la frase justa. Quizás la persona que la envió nunca supo el efecto que produciría.
“Lo que ustedes tienen que entender, es que en ese momento uno no tenía celulares, Internet no existía. Contactar con nuestros seres queridos era una cuestión sumamente difícil. El día de hoy enviamos un mensaje y éste puede llegar a la otra punta del mudo en cuestión de segundos, pero durante mi infancia uno podría estar meses esperando que una carta llegara. Es por eso que pienso que esas cartas tenían un valor enorme, mucho más que el que le podemos dar a un simple mensaje de texto de hoy en día. Pero hoy les quería contar sobre una carta, una dedicatoria, que me envió mi padre desde nuestra Italia natal. Fue uno de los momentos más emotivos de mi vida.
Con mi familia vivíamos en un pueblo pequeño de Italia llamado Gangi en Sicilia. Mi madre era costurera y mi padre tenía un puesto de calzado. No voy a aburrirlos con detalles de nuestra época en Italia, pero sepan que fueron años felices. Yo era adolescente cuando viajamos a argentina junto con mi madre y mis hermanos. Muy a mi pesar, mi padre se quedó en Italia ya que se había enlistado en el ejército. Esta es una historia más sobre familias divididas por la guerra, que buscan asilo en países vecinos. Mi madre tenía conocidos aquí, que nos recibieron con los brazos abiertos.
Pasaron los años. Cartas esporádicas llegaban desde Italia con noticias de mi padre. “Todo estaba bien” decía. Él buscaba tranquilizarnos constantemente. Las cartas siempre venían dirigidas a toda la familia, o a mi madre, nunca recibía líneas que hubiesen sido escritas solo para mí. Cuando la guerra acabó yo ya me consideraba adulta y estaba instalada en nuestro nuevo hogar. Conocí al que luego se convertiría en mi compañero de aventuras, mi amado esposo que en paz descanse. Mi padre seguía en Italia, pese a que la guerra ya había terminado. Quería preparar todo para que podamos volver a nuestra tierra natal. Pero yo tenía otros planes.
Para ese entonces yo sabía que quería dedicarme a enseñar. Había terminado mis estudios y estaba segura de mi vocación. Quería ser maestra. Pero a mi madre eso no le agradaba. Yo sé que en el fondo quería protegerme, pero juro que en ese momento creí que solo quería arruinarme la vida. Ella quería que me dedicara a la costura, como lo hacía ella (soy la única mujer de cinco hermanos). Me decía constantemente que esta sociedad no aceptaría que un extranjero les enseñe. Que no querrían darme trabajo, ni siquiera prepararme. Me decía que pronto volveríamos a Italia y que estos sueños serían mucho más fáciles allí. Pero yo no quería volver. Estaba enamorada e instalada aquí. Dos de mis hermanos pensaban igual que yo y esto enfurecía a mi madre.
La escuché durante meses gritarme su desaprobación hasta que la idea de renunciar a mi deseo se había instalado en mi cabeza. Mi novio me apoyaba incondicionalmente pero en ese momento, eso no era suficiente. La presión era demasiada. Hasta que un día, y lo recuerdo perfectamente, estaba sentada en la mesa de la cocina una mañana muy fría de agosto y tocan a la puerta. Abre Felippo, uno de mis hermanos y lo escucho murmurar unas frases antes de cerrar la puerta. Entra a la cocina y me entrega un paquete envuelto en papel madera. Se me paró el corazón al entender que el paquete venía de Italia, que era de mi padre. Por primera vez en mi vida, recibí algo para mí, no para toda la familia, sino para mí. Abrí el paquetito con cuidado, las manos me temblaban de emoción. El obsequio era una pluma, creo que hoy la llaman lapicera, pero no estoy segura. Era hermosa, dorada y con una tinta increíble. Pero eso no era lo más importante. Había una pequeña notita, garabateada con la letra de mi padre que tan bien reconocía. Una dedicatoria, solo para mí que decía “Per Francesca, segui i tuoi sogni. Sono con te.» (Para Francesca, sigue tus sueños. Estoy contigo.) Y en ese momento, supe que hacer. “