El Día de la Madre está a la vuelta de la esquina, y con él llega la oportunidad de poner en palabras todo eso que a veces cuesta decir: agradecer su presencia, su paciencia, su manera única de estar, incluso en silencio.

Pero escribirle a mamá no siempre es fácil. Queremos decir tanto que las palabras parecen quedarse cortas. ¿Cómo expresar en unas líneas todo lo que ella representa? ¿Cómo resumir años de amor, de abrazos, de consejos, de esperas y de risas compartidas?

La clave está en escribir desde la emoción, no desde la perfección. No hace falta encontrar una frase brillante, sino una sincera. Podés empezar recordando un momento que te haya marcado: esa vez que te esperó despierta/o, que te sostuvo cuando todo parecía caerse o, simplemente, cuando te hizo reír en medio de un mal día.

Pensar en esas pequeñas escenas suele abrir el corazón y dejar que las palabras fluyan solas.

Porque una madre no solo nos dio la vida: nos enseñó a sentir, a amar y a ser quienes somos. Su amor no conoce condiciones ni horarios; simplemente está, constante y profundo, como una raíz que nos sostiene incluso cuando no la vemos.

Y aunque merecería ser celebrada todos los días, este Día de la Madre es una buena ocasión para detenernos un momento, respirar hondo y decirle lo esencial:

 

“Me diste todo sin pedir nada.

¡Gracias, mamá!”

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